En el post de hoy vamos a ver la relación entre dolor crónico y una persona altamente sensible. Pero antes de empezar vamos a ver algunos datos relevantes a tener en cuenta sobre el dolor en la población actual.
Según la IASP, una de cada cinco personas en el mundo sufre dolor moderado a severo, de las que una de cada tres es incapaz o está muy limitada para vivir de forma independiente y autónoma por culpa del dolor (IASP: International Association for the Study of Pain).
Además, se ha estudiado que una de cada tres personas con dolor crónico no pueden o tienen muchas dificultades para hacer ejercicio, dormir con normalidad, hacer tareas de casa, conducir, mantener actividad social, pasear o tener relaciones sexuales.
Y, por último, es importante saber que el 29 % de personas que sufren dolor consideran que no reciben un tratamiento adecuado y un 21% se considera incapaz de trabajar a causa del dolor.
Por ello, creo que es muy importante hablar sobre dolor crónico, teniendo en cuenta un rasgo de personalidad como es el de la alta sensibilidad, un rasgo presente en un 20% de la población. Se ha podido ver que un % elevado de personas que tienen este rasgo (siendo un rasgo no patológico), padecen de dolor crónico y es momento de prestarle la importancia que se merece.
Primero, para ponernos en contexto, sería interesante preguntarnos:
¿Qué es realmente el dolor crónico?
Se ha extendido la falsa creencia de que el dolor crónico es un tipo de dolor que no va a desaparecer nunca, cuando realmente, la palabra crónico solo hace referencia al tiempo que ese dolor está presente en nuestras vidas.
Así pues, se considera dolor crónico aquel dolor que persiste en un período superior a 3 meses. Por este motivo, a mí me gusta hablar de dolor persistente. Y aquí viene la gran pregunta:
¿El dolor crónico se cura?
Y la respuesta es que sí, pero hay que saber cómo abordar este tipo de dolor.
Para ello, voy a hablar sobre qué ocurre en el organismo cuando hay dolor, diferenciando el dolor agudo del dolor crónico.
Diferencia entre dolor agudo y dolor crónico
Dolor agudo
El dolor agudo es un experiencia sensorial y emocional desagradable que aparece cuando hay una lesión en algún tejido o viscera (piel, músculo, tendón, hueso, órganos internos). Entonces, nuestro cuerpo detecta que se ha producido una lesión y libera sustancias para reparar el daño y, además, envía señales al cerebro de lo que ha ocurrido. Y entonces, es el cerebro el encargado de emitir la señal de dolor y, si es necesario, emite la orden de acción (por ejemplo, quitar la mano de una sartén ardiendo). Esto ocurre en un periodo de tiempo muy corto.
Por lo tanto, el dolor agudo es la consecuencia inmediata de la activación de sistemas nociceptivos, se manifiesta después de una lesión en un tejido o en un órgano y desaparece con la lesión. Su función es puramente protectora.
Dolor crónico
En cambio, el dolor crónico o persistente, es muy diferente (recordatorio: crónico solo hace referencia a la temporalidad). Este puede aparecer sin una causa que lo justifique y no posee una función protectora. Puede ser un dolor que persista a pesar de haber desaparecido la lesión o puede aparecer sin lesión aparente. Por lo tanto, el cerebro envía señales de dolor sin motivo alguno. Y este suele estar asociado a síntomas emocionales y psicológicos.
Así pues, tenemos que:
- Puede existir dolor justificado por una lesión o daño.
- Puede existir dolor sin justificación por daño o lesión.
- Y yo añado una tercera: puede no existir dolor existiendo lesión.
¿Cómo se puede curar el dolor crónico si no existe lesión?
El dolor es un mensaje del cerebro, independientemente de si hay o no lesión. Y aquí aparece el sistema neuroinmune: el encargado de evaluar posibles amenazas y decidir si hay que proyectar dolor o no.
Por lo tanto, en este caso, nuestro sistema neuroinmune evalúa de forma errónea y para curarlo hay que atender toda esa información que le llega al cerebro sin olvidarnos de las emociones. Se ha demostrado que las emociones están muy relacionadas con la percepción del dolor y es importante tenerlas en cuenta.
La clave para desprogramar esa señal de dolor es poner el foco en esas creencias que nos han llegado a cerca del dolor y entender cómo funciona la neurobiología del dolor en nuestro cuerpo, para así, poder volver a la actividad y a una vida sin dolor.
¿Eso significa que te lo estás inventando? Rotundamente no. Tu dolor es real y es importante ir a la raíz de ese dolor para atenderlo como se merece.
Y ahora que ya hemos visto cómo funciona el dolor persistente en el cuerpo, vamos a ir un poco más allá: las personas altamente sensibles.
¿Qué significa ser PAS (Persona Altamente Sensible)?
Este es un rasgo de personalidad que forma parte del 20% de la población y se caracteriza por tener un sistema nervioso más fino y desarrollado que la mayoría de las personas que no tienen este rasgo. Esto tiene como consecuencia que las personas PAS reciben mucha más información sensorial.
La investigación más reciente de la Dra. Elaine N. Aron la llevó a distinguir cuatro pilares esenciales que una PAS debe reflejar (se deben cumplir todas):
- Reflexionar de manera profunda sobre la información recibida,
- La tendencia a sobre-estimularse o de saturarse por exceso de información y procesamiento profundo de esta,
- Una fuerte emocionalidad ligada a una gran capacidad de empatía,
- Y una elevada sensibilidad sensorial especialmente en cuanto a sutilezas tanto internas como externas.
Las personas PAS y el dolor crónico
Si las personas PAS tienen un sistema nervioso más fino, es posible que su cuerpo y, por ende, su sistema neuroinmune, interprete con más facilidad que está en peligro sin estarlo y que es necesario proyectar señales de dolor.
Por ese motivo, muchos de los dolores crónicos sin lesión física coinciden con dolores que padecen las personas altamente sensibles.
Además, es importante recalcar que las personas altamente sensibles suelen tener un umbral del dolor más bajo, por lo tanto, suelen sentir de forma más intensa y eso las puede llevar a sentirse más frágiles, defectuosas y débiles, pero para nada es así. La alta sensibilidad es maravillosa y es importante atender el dolor teniendo en cuenta el rasgo y a la persona de forma holística.
¿Qué tipo de patologías o dolores suelen manifestar las personas PAS?
Patologías que se han normalizado y, a su vez, desatendido de forma descabellada. Patologías con etiquetas diferentes, que realmente comparten un solo problema: un error evaluativo del sistema neuroinmune. Entre ellas se encuentra la fibromialgia, la migraña, el síndrome de la fatiga crónica, el dolor corporal generalizado, las cervicalgias, las dorsalgias, las lumbalgias, los mareos, los dolores de cabeza…
Y estas pueden venir acompañadas de trastornos del sueño, dolores digestivos (síndrome de colon irritable, tendencia a acumular gases a nivel intestinal, náuseas…), reacciones cutáneas (picores, manchas rojas, psoriasis…), además de estar involucrado un gran componente emocional.
Con todo esto, se puede ver que todas esas patologías o dolores catalogados como “crónicos” son realmente un único problema: un error evaluativo del sistema neuroinmune. Y, además, estas mismas patologías son las que más se manifiestan en las personas PAS, por ello, es tan importante tener en cuenta este rasgo a la hora de atender ese dolor.
¿Qué puedes hacer si eres una persona altamente sensible y convives con dolor crónico?
Primero de todo me gustaría decirte que no estás sola y que es posible dejar de tener dolor.
Para ello, el primer paso es conocerte, escucharte, ver qué estilo de vida llevas, qué te satura, qué necesidades tienes… y tomar consciencia de esas creencias que has recibido a cerca del dolor. Puede que hayas normalizado el dolor por haber visto los mismos patrones en tu casa cuando eras pequeña. Puede que hayas recibido mensajes invalidantes o dolorosos a cerca del dolor o puede que no te hayan dado información clara relacionada con tu dolor…
Y una vez tengas esas creencias o patrones identificados, puedes empezar a cambiarlas desde la consciencia, teniendo en cuenta toda esta información. Empezando por apuntar en un papel todas esas creencias o patrones y al lado, preguntarte ¿esto es lo que creo realmente?, ¿qué dice mi voz consciente sobre este tema?. Esto te va a permitir ir desprogramando esos mensajes que llegan a tu cerebro a cerca de tu dolor y así, tu sistema neuroinmune vaya entendiendo que no debe protegerte frente a esos estímulos.
Por otro lado, puedes intentar reconocer qué pequeños gestos puedes introducir en tu día a día para darte eso que necesitas. Y, por lo tanto, poder atender tus necesidades, pero sin sobreproteger tu cuerpo. Intentando habituarlo al movimiento, sin miedo.
También es importante tratarte a ti y a tu cuerpo con mucho cariño y respeto. Lo estás haciendo de maravilla.
Y, por último, si necesitas ayuda pídela. Pedir ayuda es de valientes, no te olvides.
Gracias por llegar hasta aquí y por leerme, deseo haberte ayudado.
Te abrazo fuerte,
Helena
Muchas gracias. Actualmente estoy luchando con un dolor crònico abdominal idiopático de origen visceral con morfina y aunque los médicos no lo entienden es con lo único que se me pasa. Llevo así desde enero y por suerte no me encuentran nada pero es desesperante que te digan los mismos médicos que es que tú amplificas el dolor e incluso cuando estuve ingresada un mes me mandaron un psiquiatra por si me lo inventaba pero luego les hablas de PAS y bueno se lo creen a medias y te miran raro y es cuando te dan anridepresivos.
Gracias por tu aportación. Me ha encantado tu artículo.
Un saludo!
Teresa, muchísimas gracias por compartir esto conmigo. Siento mucho que estés pasando por esto, me imagino lo difícil y duro que debe ser, pero me alegra saber que el contenido de este blog te ha podido arropar un poquito. Te mando mucho amor para que te acompañe en este caminito, si está bien para ti. Gracias 🌷